Argentinos, nada. En la diferencia entre ambas variables radica la explicación del resultado, cuando en realidad no existen tantas diferencias en la comparación de la mejor versión que podrían ofrecer ambos. Pero en las alternativas que son capaces de tejerse en un partido, todo puede pasar. Y así fue que de un lado hubo lucidez y del otro impotencia. Así fue que se ve vio claridad conceptual en uno y nervios en el otro. Así fue que de la mano de un inspirado trío conformado por el Papu Gómez, Yacuzzi y Sava, el equipo de Garnero le dio una paliza al de Gorosito.

Las cosas se les hicieron sencillas a Arsenal desde el comienzo. En su primera aproximación, los locales facturaron. Recostado por la izquierda, Yacuzzi envió un centro preciso para la aparición de Sava, quien ingresó por el medio, le ganó a Fleitas en el salto y metió el cabezazo cruzado para batir a Torrico.

Tras la apertura del marcador, Argentinos esbozó una tibia reacción. Escudero exigió a Cuenca en un tiro libre y Juan Fernández probó con un disparo que se fue desviado, desde afuera del área. Después fue todo de Arsenal, que le hizo mucho daño a la visita por los costados, donde Yacuzzi y el Papu Gómez lucían incontenibles. Por adentro, la presencia siempre amenazante de Sava.

Lo mejor de Argentinos se vio en los primeros instantes del complemento, pero entonces Arsenal le metió una estocada letal. Nuevamente Yacuzzi cruzó la pelota hacia el segundo palo, donde apareció Gómez para detenerla con el pecho y sacar un hermoso derechazo cruzado que derivó en el 2-0.

Ahí se produjo la definición virtual del partido. Gorosito sumó delanteros en procura de una reacción que nunca llegó. Arsenal reguló a gusto y placer y cuando tuvo la oportunidad aumentó las diferencias. Escudero, una síntesis personalizada del nerviosismo visitante, le cometió infracción al Papu Gómez dentro del área, Bassi sancionó el penal y Sava lo transformó en el tercer gol, el que le bajó la persiana al tanteador.

Lo que siguió fueron escenas del momento de ambos. Arsenal hizo circular la pelota a la espera del pitazo final, mientras Argentinos se debatió contra su propia impotencia. Fueron dos caras opuestas que un partido atestiguó. Y las sonrisas quedaron en Sarandí.