Godoy Cruz 1 San Martin T 1 - Suspendido
El partido empezó aburrido, levantó con goles y, cuando se aprestaba a madurar e inclinarse hacia alguno de los dos bandos, apareció la barbarie, en otra de sus manifestaciones, para terminar anticipadamente con el fútbol. Mendoza fue el escenario de este empate 1-1 entre dos equipos necesitados de puntos para el promedio, Godoy Cruz y San Martín de Tucumán, que terminó empañado por esas cuestiones tan alejadas del deporte.
El primer tiempo arrancó muy pobre. Es que las intenciones de ambos equipos carecieron de continuidad y claridad; de un lado el empuje de Leandro Caruso no era suficiente como para inquietar a la visita, y del otro apenas se pisaba el área contraria con ideas concretas.
Así, faltando diez minutos para el descanso, sólo sendos disparos lejanos de Ariel Rojas y Ráúl Saavedra habían pretendido romper el hielo, topándose primero con la escasa puntería y después con Nelson Ibáñez. Pero entonces, a los 35, Nicolás Herrera encontró un hueco adonde habilitar a Gustavo Ibáñez, éste se recostó por la izquierda y resolvió la jugada con un certero disparo alto al primer palo que sacaba al Santo de la zona de descenso.
Enseguida, el Tomba perdió la chance de igualar con un tanto que le fue mal anulado: Sebastián Martínez cabeceó habilitado a la red, pero Diego Abal, apoyado en el juez de línea, invalidó la jugada. Pero un minuto más tarde, a los 41, Malingas recibió en el área, se desmarcó, giró, puso la pelota junto al palo izquierdo de Marcos Gutiérrez y dejó todo como al principio.
Después, durante el entretiempo, llegó el capítulo negro. Los hinchas locales, que durante toda la semana habían anunciado vengarse del trato que recibieron el año pasado en Tucumán, arrojaron piedras y se trenzaron con la policía, que trató de persuadirlos con disparos de balas de goma.
Sin embargo, y pese a la ineludible realidad, el partido continuó. Dentro del campo, Godoy Cruz había salido con todo a buscar el desequilibrio, con Malingas Jiménez como abanderado de la embestida. El peruano obligó a un primer esfuerzo a Gutiérrez, después no pudo cabecear bien un centro que había superado a la Anguila y luego no aprovechó una pérdida de pelota del arquero.
Pero lo que no imaginaba el conjunto de Diego Cocca es que su propia gente atentaría contra su reacción. A los 18, los sonidos de disparos y la gresca en la tribuna se impuso al fútbol, el jefe del operativo no dio garantías y el árbitro no tuvo más remedio que suspender el juego. Otra vez la violencia le había ganado al fútbol.
El primer tiempo arrancó muy pobre. Es que las intenciones de ambos equipos carecieron de continuidad y claridad; de un lado el empuje de Leandro Caruso no era suficiente como para inquietar a la visita, y del otro apenas se pisaba el área contraria con ideas concretas.
Así, faltando diez minutos para el descanso, sólo sendos disparos lejanos de Ariel Rojas y Ráúl Saavedra habían pretendido romper el hielo, topándose primero con la escasa puntería y después con Nelson Ibáñez. Pero entonces, a los 35, Nicolás Herrera encontró un hueco adonde habilitar a Gustavo Ibáñez, éste se recostó por la izquierda y resolvió la jugada con un certero disparo alto al primer palo que sacaba al Santo de la zona de descenso.
Enseguida, el Tomba perdió la chance de igualar con un tanto que le fue mal anulado: Sebastián Martínez cabeceó habilitado a la red, pero Diego Abal, apoyado en el juez de línea, invalidó la jugada. Pero un minuto más tarde, a los 41, Malingas recibió en el área, se desmarcó, giró, puso la pelota junto al palo izquierdo de Marcos Gutiérrez y dejó todo como al principio.
Después, durante el entretiempo, llegó el capítulo negro. Los hinchas locales, que durante toda la semana habían anunciado vengarse del trato que recibieron el año pasado en Tucumán, arrojaron piedras y se trenzaron con la policía, que trató de persuadirlos con disparos de balas de goma.
Sin embargo, y pese a la ineludible realidad, el partido continuó. Dentro del campo, Godoy Cruz había salido con todo a buscar el desequilibrio, con Malingas Jiménez como abanderado de la embestida. El peruano obligó a un primer esfuerzo a Gutiérrez, después no pudo cabecear bien un centro que había superado a la Anguila y luego no aprovechó una pérdida de pelota del arquero.
Pero lo que no imaginaba el conjunto de Diego Cocca es que su propia gente atentaría contra su reacción. A los 18, los sonidos de disparos y la gresca en la tribuna se impuso al fútbol, el jefe del operativo no dio garantías y el árbitro no tuvo más remedio que suspender el juego. Otra vez la violencia le había ganado al fútbol.
Fuente:www.tycsports.com
Futbol de Primera
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