Como rubrica de un torneo totalmente oscuro, Independiente cerró esta tarde su año con una derrota ante Arsenal. Claro, el partido fue algo anecdótico porque lo importante en la vida roja se centró en las elecciones, donde Julio Comparada obtuvo la reelección, con la promesa de volver a los primeros planos del fútbol argentino, esos que hoy quedó demostrado, están muy lejos. 

Para esta última fecha, Pepé Santoro decidió meter mano en la formación y en la primera parte su equipo pareció otro, muy distinto al opaco conjunto que se pudo ver durante este torneo. Es que Independiente jugó bien en esos 45 minutos iniciales, con una sólida sociedad entre Montenegro e Higuaín, apoyada por un criterioso Calello.

Cuando Campestrini andaba a los revolcones, apareció Higuaín para poner la pelota junto a un palo y abrir el marcador. Pese a la ventaja conseguida, el dominio continuó siendo local y el arquero de Arsenal tuvo que volver a aparecer providencialmente en un par de ocasiones. 

Sin embargo, sobre el cierre de la primera parte, los de Garnero se encontraron con un regalo inesperado. En un centro sin mayor trascendencia, Viola la bajó con la mano dentro del área y Gómez capitalizó el penal para que se vayan al descanso igualados como al principio.

Extrañamente el empate de Gömez recordó a Independiente su situación. La fragilidad defensiva, el principal mal de este equipo, quedó expuesta en el segundo tiempo y así el visitante logró desnivelar. Fue en una jugada donde el fondo rojo quedó quieto y mal parado y el diminuto Gömez entró libre para ponerla de cabeza sobre un atónito Assmann. 

Los murmullos retumbaron en el Cilindro y Santoro decidió poner más pibes (los debutantes Blanco y Mancuello) para torcer la historia. Hubo un par de chances para rescatar el punto, pero en general la impotencia dominó la escena del ataque independientista. Entonces llegó el final, los acostumbrados silbidos y la esperanza de que ya en 2009, Independiente vuelva a ser lo que supo ser y en su cancha.