Un partido aburrido y olvidable estaban protagonizando Gimnasia y San Martín de Tucumán en La Plata. De entrada, el Lobo pareció querer atacar con convicción de la mano de Diego Villar, pero sufrió una expulsión, cayó en el letargo más allá de dominar la parte inicial y se dejó asustar por el Santo en el complemento. Pero Leonardo Madelón movió el banco y no se equivocó: de allí salió Mariano Messera, cuya individualidad logró torcer el rumbo de un desarrollo destinado al cero.

En sus primeros momentos de lucidez, el local creó las dos chances más claras del período: Villar enfrentó a Marcos Gutiérrez y la Anguila le ahogó el grito y Rubén Maldonado pateó por sobre el travesaño en las narices del arquero. Pero a los 28, Ignacio Piatti fue expulsado a instancias del juez de línea por pegar un planchazo y el trabajo del platense quedó en el freezer.

En el complemento fue la visita la que salió mejor dispuesta a buscar el arco contrario. Sin ideas pero con voluntad, se adelantó en el campo de juego y puso en aprietos a Gastón Sessa: Daniel Vega desperdició su oportunidad con un disparo en el travesaño, pero más allá de tener el balón el tucumano no pudo crear nada mejor.

Hasta que a los 33 minutos Messera, que había ingresado instantes antes, se decidió a probar desde afuera del área tras una pirueta individual. Y así, con la vital ayuda de Gutiérrez, la pelota se metió por lo bajo y a la izquierda del arquero.

Si algo hacía falta para salir de la pobreza, era un gol. Y, como era de pensar, pese a las intenciones de Carlos Roldán de ir por la igualdad, nada se movió. Gimnasia, entonces volvió a festejar frente a su gente al sumar su segundo éxito consecutivo, mientras que San Martín sigue recolectando motivos para preocuparse.