El fútbol es de los jugadores y el equipo que tenga a los mejores, por lo general gana. Quizás ahí se explique esta victoria de San Lorenzo, que tuvo fortuna, pero no discusión porque ahí donde se plasma la categoría, en el área, sus hombres dijeron presente, mientras que los de Banfield no supieron resolver.

De local, Banfield busca imponer su juego. A partir del buen pie de su mediocampo intenta monopolizar la pelota y llegar al arco rival. Todo esto le salió en el inicio ante un San Lorenzo que pareció agazaparse y esperar a pegar el golpe letal que llegó cuando la primera parte promediaba. Fue una salida rápida, donde Bergessio la peinó para el ingreso del indultado Silvera, quien no falló frente a Lucchetti. Grito de desahogo para un jugador discutido por propios.

Los de Burruchaga acusaron el golpe y cedieron la iniciativa. En ese lapso, San Lorenzo justificó en parte por qué iba ganando y para demostrar que viene derecho se encontró con un gol afortunado. Devaca quiso despejar, Barrientos puso la cabeza y la pelota se metió en el arco de Lucchetti. Una verdadera carambola para estirar ventajas a poco del descanso.

A Banfield no le quedaba otra que atacar y lo hizo. Encontró el descuento rápido tras una buena combinación entre Fernández y Bertolo que definió el ex Boca y a partir de ahí empezó el asedio. Con Erviti como principal arma, el Taladro intentó por todos los costados, pero careció de presencia en el área, a pesar de los grandotes Nieto y Barrales en cancha. Ninguno supo ubicarse, nadie se mostró libre al momento del último pase y así la tarea de la defensa azulgrana se hizo más simple.

De todos modos, San Lorenzo sufría, hasta que sobre el final se encontraron Adrián González y Solari. El Indiecito se fue por la derecha y quedó ante Lucchetti. Resolvió picarla con notable clase y desatar su primer festejo tras el exilio.

San Lorenzo ganó, no gustó, pero demostró que sus jugadores de ataque tienen más clase que los de la mayoría de los equipos. Por eso, sumó de a tres y sigue firme ahí arriba.