Es alarmante lo de Independiente. Juega realmente muy mal y encima ahora los resultados le dan la espalda. Flojo en defensa, partido en el medio, sin ideas para la gestación ni peso en ataque. Un peligroso combo que derivó en una derrota previsible y la duda que sembró Borghi acerca de su continuidad. Sólo Assmann (una vez más tuvo una actuación destacada y evitó una derrota por mayor margen) se salvó del incendio. El resto no llegó a redondear siquiera una actuación aceptable. Una pena para un equipo que arrancó el torneo con pretensiones de pelear por el título y cuando aún no cumplió la mitad del recorrido ya está prácticamente fuera de carrera (San Lorenzo ahora lo aventaja por nueve puntos). Para colmo de males, se encuentra cada vez más lejos del ingreso a la Copa Libertadores. Ajeno a todo esto, con sólo mantener el equilibrio en sus líneas y capitalizar dos de las innumerables situaciones que tuvo para convertir, Lanús volvió a sonreír fuera de casa y se acomodó en la tabla de posiciones.

Si bien el primer tiempo fue parejo, el elenco de Zubeldía siempre se exhibió más ensamblado, más compacto, con un plan y el libreto mejor estudiado. Y comenzó a imponerse a partir del muy buen desempeño de Salvio. En su primer partido como titular, el pibe de 18 años resultó vital porque además de ser el jugador más peligroso de su equipo y una verdadera pesadilla para Independiente, con su labor sobre el sector derecho, casi como un tercer delantero (su función original), impidió que Mareque se sumara a la circulación local. Los de Borghi también sufrieron la negra jornada de Fredes y Ríos, quienes nunca se asociaron entre sí ni con Montenegro. El Rolfi tampoco pesó en el partido y Núñez casi ni tocó la pelota.

Lanús capitalizó su superioridad en el complemento. Tras un tiro de esquina, Assmann –obstaculizado por Sand- dejó corto un rechazo y Diego González lo fusiló para el 1-0. Amén de un mano a mano que Núñez no alcanzó a definir con precisión, Independiente jamás reaccionó. Por el contrario, dejó enormes huecos en el fondo, lució desconcentrado y nervioso, y Lanús le estiró la agonía. Salvio y Biglieri dispusieron de una buena cantidad de oportunidades, pero fallaron en la definición. Hasta que Lagos, recién ingresado, dejó en el camino a Gioda con una llamativa facilidad y le sirvió el gol a Sand, quien apenas tuvo que empujarla a la red para sellar las diferencias.

De nada sirvieron los cambios realizados por Borghi tras la desventaja inicial. Centurión no hizo una bien, Sosa tuvo una chance que le abortó Bossio y no aportó mucho más, Montenegro y Núñez jamás aparecieron y Gandín tampoco pesó una vez que le tocó entrar. La voluntad y el sacrificio de Gioda y Pusineri no alcanzaron.

Merecido, inobjetable, el triunfo de Lanús jamás corrió peligro. Los minutos finales atestiguaron la desazón de los hinchas de Independiente. Hubo tenues silbidos para el equipo y para un Borghi que volvió a quedar en la cuerda floja, pero especialmente gobernaron la decepción, el desconsuelo y las preguntas sin respuestas.