Quizás sea entendible que se cuiden. Uno recién está dando sus primeros pasos en el fútbol grande y necesita sumar para amoldarse a una competencia más exigente, mientras que el otro llegaba extasiado tras haber dejado afuera a San Lorenzo en la Copa Sudamericana y quería cerrar bien la semana. Pero exageraron las precauciones y casi no hubo situaciones de riesgo sobre los arcos. Los encargados de mostrar inventiva y capacidad de engaño fueron subordinados por quienes ofrecieron orden y equilibrio. Así salió un partido horrible y con un resultado lógico.

Sólo San Martín en los primeros instantes tomó fugazmente las riendas del encuentro. El resto fue un dominio dividido, pasajero, con mediocampistas prestándose la pelota y escasa actividad en la zona de fuego. Primó Mercier -con muy poco, el mejor de la tarde noche tucumana- por su prolijidad y Cantero mostró algunos destellos hasta que se cansó.

La más clara fue para el local, sobre el cierre de la primera parte. Sucedió cuando Patricio Pérez pudo por fin ganarle la espalda a Ortigoza, escapó a un marcador en diagonal con pelota dominada y su definición con zurda rebotó contra el poste izquierdo. Unos minutos antes, Caruzzo había tenido la más clara para la visita, pero resolvió mal.

El segundo tiempo fue más de lo mismo y el cariño por el cero se intensificó a medida que se consumía el tiempo. Gorosito mandó a la cancha a Peñalba para mejorar la circulación, pero sacó a Hauche por precaución. Roldán movió pieza por pieza y la faena de juego local nunca se modificó en pos de una postura más audaz. El final encontró conformes a ambos. Por lo menos, suman y siguen.