Rosario Central 2 River 1
River tropezó en Rosario y dejó el invicto, a pedir del campeonato en todos sus niveles. Arriba, porque se achicó la brecha entre los que pelean por el título. Abajo, porque quienes ocupan los puestos de Promoción se reemplazan cada fin de semana. Y Central ganó mucho más que tres puntos, porque se alejó de la zona de peligro, que vuelve a acuciar a Racing. En Arroyito, los locales jugaron a corazón abierto, como si fuera una final. Así lo entendió su gente y simbólicamente hubo mucho más que 11 jugadores-hinchas. El partido fue dramático y hubo justicia en el resultado.
Desde el comienzo, Central empezó a marcar una diferencia actitudinal respecto de un River que se exhibió algo agotado por el trajinar de compromisos. A puro entusiasmo, en los primeros minutos se llevó por delante a la visita, aunque el equipo de Simeone sacaba una clara ventaja en el aspecto cualitativo. Corría menos, pero jugaba más y hacía pesar los rasgos ofensivos que tantos puntos valieron en lo que va del recorrido, como la pegada de Abelairas y los encuentros entre Falcao y Buonanotte. De esta última fórmula nació la apertura del marcador. El colombiano lo vio llegar solo por izquierda al esmirriado volante de creación y le cedió la pelota para que definiera con un zurdazo esquinado, que beso el palo izquierdo y se metió en el arco.
Sin embargo, la visita no supo aprovechar su momento en el partido y Central no se desmoronó. Enseguida, Méndez pivoteó y descargó para Zelaya, quien recibió en posición de número 10 y sacó un disparo que rozó en un rival y venció la extrañamente endeble respuesta de Carrizo. Todo quedó como al principio, aunque hacía rato que en el cuadro de Madelón se advertía una faena que sería decisiva en la victoria. Por entonces, el mediocampo local ya ganaba el duelo contra el rival. Borzani peleaba a brazo partido con Buonanotte y Falcao, Méndez transpiraba y contribuía en ataque, Costa aportaba lo suyo y el Kily González ya se erigía en el líder espiritual y futbolero de los locales.
Y todo aquello no tardó en tener implicancia en el marcador. Méndez cambió de frente para la llegada de Costa, quien la bajó hacia el borde del área chica, donde esperaba Arzuaga para resolver en forma magistral: en un segundo, el colombiano aguantó de espaldas la marca de Tuzzio, giró, cambió de pierna con la pelota en el aire y batió a Carrizo con un zurdazo inatajable. Golazo y revancha para el delantero que cuatro años atrás fuera rechazado en Núñez a raíz de una supuesta afección en una de sus rodillas, cuando estaba a punto de firmar.
De allí en adelante, la reacción de River sólo se produjo en la actitud, porque casi no contó con situaciones claras en su favor. Como nota saliente quedó la reaparición de Ortega, pero el Burrito no logró provocar el contagio en sus compañeros y, más allá de un derechazo que fue bien contenido por Alvarez, no consiguió pesar. El arquero local respondió cada vez que fue solicitado y transmitió una seguridad que lo catapultó como la figura del encuentro. River tuvo el empate a poco del final, pero Villagra lo desperdició de manera increíble.
Central defendió la ventaja a capa y espada y no se notó su inferioridad numérica en el tramo final, cuando se quedó con uno menos a raíz de la expusión de Borzani por doble amonestación. El cuadro local se abrazó a la victoria y la celebró como si se tratara de un campeonato. Alegorías al margen, para los rosarinos valió mucho más que tres puntos. Y River volvió a recordar cómo era aquello de irse con las manos vacías.
Fuente:www.tycsports.com
Desde el comienzo, Central empezó a marcar una diferencia actitudinal respecto de un River que se exhibió algo agotado por el trajinar de compromisos. A puro entusiasmo, en los primeros minutos se llevó por delante a la visita, aunque el equipo de Simeone sacaba una clara ventaja en el aspecto cualitativo. Corría menos, pero jugaba más y hacía pesar los rasgos ofensivos que tantos puntos valieron en lo que va del recorrido, como la pegada de Abelairas y los encuentros entre Falcao y Buonanotte. De esta última fórmula nació la apertura del marcador. El colombiano lo vio llegar solo por izquierda al esmirriado volante de creación y le cedió la pelota para que definiera con un zurdazo esquinado, que beso el palo izquierdo y se metió en el arco.
Sin embargo, la visita no supo aprovechar su momento en el partido y Central no se desmoronó. Enseguida, Méndez pivoteó y descargó para Zelaya, quien recibió en posición de número 10 y sacó un disparo que rozó en un rival y venció la extrañamente endeble respuesta de Carrizo. Todo quedó como al principio, aunque hacía rato que en el cuadro de Madelón se advertía una faena que sería decisiva en la victoria. Por entonces, el mediocampo local ya ganaba el duelo contra el rival. Borzani peleaba a brazo partido con Buonanotte y Falcao, Méndez transpiraba y contribuía en ataque, Costa aportaba lo suyo y el Kily González ya se erigía en el líder espiritual y futbolero de los locales.
Y todo aquello no tardó en tener implicancia en el marcador. Méndez cambió de frente para la llegada de Costa, quien la bajó hacia el borde del área chica, donde esperaba Arzuaga para resolver en forma magistral: en un segundo, el colombiano aguantó de espaldas la marca de Tuzzio, giró, cambió de pierna con la pelota en el aire y batió a Carrizo con un zurdazo inatajable. Golazo y revancha para el delantero que cuatro años atrás fuera rechazado en Núñez a raíz de una supuesta afección en una de sus rodillas, cuando estaba a punto de firmar.
De allí en adelante, la reacción de River sólo se produjo en la actitud, porque casi no contó con situaciones claras en su favor. Como nota saliente quedó la reaparición de Ortega, pero el Burrito no logró provocar el contagio en sus compañeros y, más allá de un derechazo que fue bien contenido por Alvarez, no consiguió pesar. El arquero local respondió cada vez que fue solicitado y transmitió una seguridad que lo catapultó como la figura del encuentro. River tuvo el empate a poco del final, pero Villagra lo desperdició de manera increíble.
Central defendió la ventaja a capa y espada y no se notó su inferioridad numérica en el tramo final, cuando se quedó con uno menos a raíz de la expusión de Borzani por doble amonestación. El cuadro local se abrazó a la victoria y la celebró como si se tratara de un campeonato. Alegorías al margen, para los rosarinos valió mucho más que tres puntos. Y River volvió a recordar cómo era aquello de irse con las manos vacías.
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